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¿QUÉDATE EN CASA POR NUESTROS ANCIANOS?

Dado que nuestros ancianos son el colectivo de riesgo frente al COVID 19, las autoridades sanitarias recomiendan a todas las poblaciones quedarse en casa para evitar ser vectores de transmisión hacia las personas mayores.


Países como Holanda, Bélgica, Luxemburgo, el estado de Victoria en Australia, varios estados en Estados Unidos, Canadá, España, Colombia, Suiza, Alemania… repiten: “Quédate en casa por nuestros ancianos”… pero resulta que estos mismos países son los que aprobaron las leyes de Eutanasia y Suicidio Asistido. Y aún más… ahora durante la pandemia recomiendan priorizar la atención sanitaria de las personas jóvenes frente a los mayores

¿No nos quedábamos en casa por nuestros mayores? ¿No había que evitar el contacto para no contagiarlos…? ¿Es real el interés por nuestros ancianos? ¿Se está instrumentalizando la pandemia para otros intereses?.... QUO VADIS?


¿Se trata de sociedades utilitaristas? Leer más…

¿En las circunstancias actuales, cuál debe ser nuestra respuesta? ¿Cuál debe ser nuestra postura frente a las disposiciones de desplazar la atención a los mayores para priorizar la salud de la población joven? ¿se puede permitir o incluso inducir la muerte de una persona con la excusa de que ya ha vivido lo suficiente o para evitarle el sufrimiento?




La vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición necesaria de toda actividad humana y de toda convivencia social.


1. Nadie puede atentar contra la vida de un hombre inocente sin oponerse al amor de Dios hacia él, sin violar un derecho fundamental, irrenunciable e inalienable, sin cometer, por ello, un crimen de extrema gravedad.


2. Todo hombre tiene el deber de conformar su vida con el designio de Dios.

3. La muerte voluntaria o sea el suicidio es, por consiguiente, tan inaceptable como el homicidio; semejante acción constituye en efecto, por parte del hombre, el rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de amor.


Por eutanasia se entiende una acción o una omisión que por su naturaleza, o en la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor.


Ahora bien, es necesario reafirmar con toda firmeza que nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, sea feto o embrión, niño o adulto, anciano, enfermo incurable o agonizante. Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros confiados a su responsabilidad ni puede consentirlo explícita o implícitamente.


Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata en efecto de una violación de la ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad.


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